martes, 20 de diciembre de 2011

LA FALSEDAD DEL “PLASMA MARINO”


Diciembre 20, 2011. 

Recibí de un amigo una presentación Power Point que lleva el siguiente título:

“Agua de mar, un plasma marino al alcance de todos”.

         El artículo en que se basa la presentación fue elaborado por Pedro Pozas Terrados, quien es:
Naturalista. Primatologista.
Director Ejecutivo y Coordinador del Proyecto Gran Simio.
Voluntario Activo de Green Peace.
 Director del Proyecto Fotográfico Libertad.
 Director y Guionista del programa: “Voces del Planeta”.

Resumiendo, la presentación nos informa que existe un “plasma marino”, que ese plasma es gratuito, que alimenta, hidrata y cura prácticamente todo. Esta “maravilla” barata, qué digo barata, regalada, fue descubierta por un francés: René Quinton (1866-1925).
Antes de proseguir es conveniente decir algo sobre Quinton. Cuando René Quinton terminó el bachillerato se dedicó, por la admiración que profesaba a Gustave Flaubert, a escribir cuentos y novelas. A los 22 años de edad se empezó a interesar por la biología, se convirtió en biólogo autodidacta y al mismo tiempo en un apasionado de la aeronáutica. En su calidad de biólogo autodidacta (nunca tuvo una educación científica ortodoxa) tomó como base el concepto de “medio interno” desarrollado por Claude Bernard en 1860, lo rebautizó como “medio vital” y sugirió la hipótesis de que el líquido en que se bañan las células es idéntico al liquido marino original al que él, como si nada, llamó “plasma marino”. En base a esto instauró en Francia los “Dispensarios Marinos” en los que “curaba” de todo a todo mundo, mediante el uso, por supuesto, de su “plasma marino”. Con y por sus Dispensarios, Quinton ganó fama. Su hipótesis se basaba en el siguiente supuesto:

Al tomar agua del mar o al sernos inyectada, nuestro medio interno recupera su poder. Y en un medio interno correcto ya no hace falta perseguir a los microbios nocivos, porque allí ellos no pueden prosperar. El suero marino da fuerza biológica a la célula para oponerse a la mayoría de las enfermedades.
En primer lugar hay que tener mucho cuidado con el uso de las palabras. El grupo que publicó este trabajo y que seguramente pertenece a los seguidores de la mal llamada “medicina alternativa”, hace un uso inadecuado de los términos. Creen a pie juntillas la hipótesis jamás probada de Quinton, o hacen como que creen en ella. Para empezar, no existe un “plasma marino”. Lo que sí existe, y abunda, es el agua de mar.
         La palabra plasma  (Del lat. plasma, y éste del gr. πλάσμα, formación) se refiere, en biología, a la parte líquida de la sangre o de la linfa que contiene en suspensión sus células componentes. En otras palabras, el plasma es la sangre o linfa desprovista de sus células.
La linfa está compuesta por un líquido claro pobre en proteínas y rico en lípidos, parecido a la sangre, pero con la diferencia de que las únicas células que contiene son los glóbulos blancos. La sangre en cambio contiene tres tipos de células que nadan en el plasma (el cual es rico en proteínas): los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas.  
Si en un tubo de ensayo ponemos sangre y la centrifugamos, al cabo de un tiempo vemos que en la parte inferior del tubo se ve un conglomerado espeso, de color rojo oscuro, que corresponde a las células sanguíneas y que por encima de éste se aprecia un líquido color ámbar. Este líquido es el plasma sanguíneo.
Transcribo dos párrafos de mi libro: “El AGUA, alimento vital para sus células” (www.palibrio.com), que aparecen bajo el subtítulo: El plasma y sus componentes:
El plasma en el que nadan los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas, es agua en un 90 por ciento. El otro 10 por ciento está constituido por proteínas plasmáticas, por electrolitos como el sodio, potasio, calcio, magnesio, cloro, bicarbonatos y sulfatos, y por los nutrientes, producto final  de los procesos digestivos que entran a la circulación procedentes del intestino delgado y del hígado.
En el plasma también circulan las enzimas, que son proteínas especializadas en acelerar los procesos metabólicos, y las hormonas (que producen las glándulas de secreción interna), que son sustancias proteicas derivadas del colesterol y a las que podemos considerar como “mensajeros químicos”.
Como puede apreciarse, el plasma es un líquido muy complejo que tiene una viscosidad 1.5 veces la del agua y que es producto de la interacción perfecta de un organismo pluricelular dividido en órganos y sistemas. En su producción y constitución intervienen, principalmente, el sistema digestivo, el sistema excretor renal y el sistema endócrino. Su contenedor y medio de transporte es el sistema circulatorio.
El agua de mar es un líquido nada complejo, constituido básicamente por agua con un alto contenido de sodio y de aire. Por esa razón es un líquido hipertónico, nada más. No existe “plasma marino”. Se trata de un disparate que quedó hace más de un siglo y medio en el olvido. Para ser más específico, transcribo los porcentajes de solutos sólidos que contiene el agua de mar:

El agua de mar es una disolución en agua de muy diversas sustancias. Hasta dos tercios de los elementos químicos naturales están presentes en el agua de mar, aunque la mayoría sólo como trazas. Algunos componentes, todos ellos iones, dan cuenta de más del 99% de la composición de solutos del agua de mar. Cloruro (55.3%), Sodio (31%), Sulfato (7.75%), Magnesio (3.7%), Bicarbonato (0.41%), Calcio (1.18%), Bromuro (0.19%), Potasio (1.14%), Flúor (0.0037%), Estroncio (0.022%), Ácido bórico (0.076%).

Lo anterior comprueba que el cloro + el sodio (la sal de cocina) representan el  86% de los solutos que contiene el agua de mar. No contiene colesterol, nutrientes, enzimas ni hormonas, pero sobre todo, no contiene proteínas plasmáticas: albúmina, globulina y fibrinógeno.
Dejemos de lado la equivocación, por ignorancia o a sabiendas, de llamar “plasma marino” al agua de mar y veamos otros aspectos del trabajo. Este trabajo, que de científico no tiene nada, está plagado de sentencias dogmáticas e infantiles. Veamos algunas de las que vienen en la presentación (las escribo en cursiva y con negrita):

En los dispensarios marinos de René Quinton se salvaba a los niños desnutridos inyectándoles agua de mar.

En esta cita se utiliza al menos la frase “agua de mar” y no “plasma marino”. Yo pregunto: ¿Cómo se les inyectaba el agua de mar a los niños desnutridos?  ¿De manera intravenosa, intramuscular, subcutánea? Entiendo que Quinton inyectara experimentalmente y a ciegas, cuando se iniciaba el siglo XX, agua de mar a niños desnutridos. Entiendo que lo haya intentado por las tres vías mencionadas y que, al percatarse del fracaso de su experimento se decidiera finalmente, como sucedió, por dárselas a tomar. Vuelvo a preguntar, y aquí se trata de una pregunta estrictamente médica; ¿cómo puede salvar a un niño desnutrido el agua salada de mar?

Nuestro cuerpo tiene un 70% de agua de mar isotónica. El agua del mar baña todos nuestros órganos internos.

Nuestro cuerpo contiene, efectivamente, 70% de agua, pero ni una sola y mínima gota de agua de mar. La principal fuente de abastecimiento del agua que requiere nuestro organismo proviene del agua que bebemos. ¡De agua dulce!, como se le llama al agua que no es de mar. Otra fuente, menor, del agua que necesitamos, proviene de los alimentos sólidos que ingerimos y del producto final del metabolismo de glúcidos, lípidos y aminoácidos. Cuando vamos al mar y nos metemos en él, el agua de mar baña nuestra piel y moja nuestro cabello, pero no llega a una sola célula de nuestros órganos internos. Además, señoras y señores que escribieron o colaboraron en la elaboración del trabajo que comento, el agua de mar no es isotónica. No dudo que ustedes lo saben; entonces: ¿Por qué decir “agua de mar isotónica”?
A mi entender sólo hay dos formas para definir correctamente el agua que utilizaba Quinton en sus dispensarios marinos: (1) Agua de mar rebajada con agua dulce, o (2) Agua dulce a la que se agrega cloruro de sodio.

Uno de los propósitos de los dispensarios marinos es que en el proceso de recogida de mar (sic), transporte y almacenamiento no exista presencia de dinero, de coste alguno, sino que sea un acto de absoluta solidaridad.  Para ello se necesita que alguien dedique el tiempo, que ponga el combustible, el vehículo y su ingenio. Algo tan sencillo y barato que los gobiernos deberían establecer estos servicios totalmente gratuitos. (Sic y recontra sic a todo).

Pregunto: ¿A ese “alguien” que dedica su tiempo a “recoger el mar”, quién le paga? ¿Quién le compra el vehículo que necesita y el combustible para que ese vehículo vaya y venga sin parar? Podríamos decir que las personas que viven a orillas del mar son afortunadas, porque va toda la familia a la playa, bebe agua de mar y se acabaron su problemas, se alimentan gratuitamente y se curan de prácticamente todo, pero…¿ y las personas que viven alejadas del mar? ¿Cómo llevar sin que “exista presencia de dinero” ni de “coste alguno”, agua de mar a la ciudad de México, a Chicago, Moscú o a La Paz, Bolivia? ¿Cuántos “alguien”, vehículos y combustible se necesitan para el proceso de “recogida de mar” que requiere una ciudad con dos o cinco o quince millones de habitantes?
Bueno, a quienes se les ocurrió esta aberración ya dieron con la solución: “los gobiernos deberían establecer estos servicios totalmente gratuitos”. Ellos, los “solidarios” siempre recurren a los gobiernos. Y los gobiernos no son “alguien” o bien somos todos. Yo les pregunto a los “solidarios”: ¿Si todo es gratuito y no tiene coste, por qué no lo hacen ustedes? Quinton no fue borrado de la historia por los mercantilistas, como se dice en el escrito de marras, lo borró de la historia lo equivocado de su teoría, la falsedad del “plasma marino”. Hace siglo y medio que René Quinton es historia olvidada. Los que quieren revivirlo que se vayan a “recoger el mar” y lo transporten y almacenen  sin “presencia de dinero y sin coste alguno”. ¿A qué esperan?
Termino con algo que me asombró mucho  porque quien elaboró el artículo, y sus colaboradores, se metió con Louis Pasteur. Si no se hubieran atrevido a mencionar a Pasteur en la forma en que lo hicieron, tal vez no me hubiera animado a escribir este post. Comparar a Quinton con Pasteur y decir que, en su tiempo, fueron iguales, es desconocer por completo la historia de la medicina. Ellos dicen textualmente (dejo fuera de la cita a Darwin, porque Darwin no tiene nada que ver con lo que estoy planteando):

La teoría de los Gérmenes de Pasteur (que en aquellos años competía intelectualmente en igualdad con las ideas de Quinton) se centraba en la competitividad, en la lucha. El desequilibrio y la muerte. Mientras que el plasma de Quinton fortalecía el organismo en su conjunto, el suero de Pasteur, la vacuna, intentaba aniquilar un tipo de microorganismo concreto declarado enemigo, el cual era específico y por lo tanto no servía para destruir otro microbio diferente.

Advierto mucha ignorancia en las aseveraciones anteriores. Perdieron, señores, la oportunidad de quedarse callados. En primer lugar, Louis Pasteur estudió física y química en las principales universidades de Francia, después fue maestro en ellas. Cuando Quinton nació, Pasteur tenía 44 años de edad. En 1854, 12 años antes de que naciera René Quinton, Louis Pasteur fue nombrado decano de la Facultad de Ciencias en la Universidad de Lille y poco tiempo después resolvió el problema de la fermentación alcohólica, descubrió el proceso orgánico de la fermentación del ácido láctico, salvó la industria vitivinícola de Francia, la industria cervecera de Francia y Alemania y la industria de la seda. En 1864, dos años antes de que naciera Quinton, Louis Pasteur anunció en la Sorbona el resultado de sus estudios irrebatibles mediante los cuales echó por tierra la milenaria Teoría de la Generación Espontánea e introdujo la Teoría Microbiana de las enfermedades contagiosas. Fue así como se inició la bacteriología moderna. ¿Dónde está el desequilibrio y la muerte en todo esto? En 1880 (Quinton: 14 años), Louis Pasteur desarrolló la vacuna contra el cólera aviar. En 1881 (Quinton: 15 años) desarrolló la vacuna contra el ántrax o carbunco. En 1885 (Cuando Quinton  tenía 19 años y todavía escribía cuentos y novelas), inició Louis Pasteur la vacunación del niño Joseph Meister, mordido por un perro rabioso, probando así, con éxito rotundo, la vacuna que había desarrollado contra la rabia. Las vacunas que desarrollo Louis Pasteur, tras muchos años de observación y trabajo rigurosamente científico, han salvado la vida a millones de animales y seres humanos.
Ninguna vacuna, señor Pedro Pozas Terrados, señoras y señores colaboradores suyos, intenta aniquilar un tipo de microorganismo concreto declarado enemigo. Las vacunas no “aniquilan” gérmenes. Su acción consiste en inducir una respuesta inmunitaria en el organismo en que se aplica (formación de anticuerpos). Lo que se inyecta al vacunar es el agente causal del mal, atenuado en su virulencia, y su efecto es específico porque todo microorganismo patógeno produce una enfermedad específica. La vacuna para proteger contra la poliomielitis no sirve para proteger contra el tétanos, y viceversa. ¿Ignoran ustedes que otro gigante de la ciencia, Robert Koch, el más implacable cazador de microbios que ha existido, demostró la especificidad de las enfermedades infecciosas. En otras palabras, que cada germen produce una enfermedad diferente?
¿A quién pretenden engañar comparando a René Quinton, el biólogo autodidacta que no probó jamás nada y cuyo “plasma marino” es inexistente, con Louis Pasteur que es, seguramente, el científico más grande de la historia?
En lo personal no tengo nada en contra de que personas esperanzadas acudan a un Dispensario Marino y beban agua de mar. Puede tratarse de un placebo eficaz. Lo que no es válido es afirmar que ese placebo fortalece el organismo, termina con todos los microbios y cura un sin fin de enfermedades. Llamar a ese placebo “plasma marino” es  inaceptable y es poco serio.


Dr. Ricardo Perera Merino

domingo, 11 de diciembre de 2011

RESPUESTA A UN JOVEN MÉDICO QUE ME DESCALIFICA.



Diciembre 11, 2011.

Hace un par de días recibí un E-mail. Me lo envió un médico que tiene, me dice, 32 años. Las personas que me hacen el honor de leer mis blogs o mis libros saben que tengo 75 años, de modo que este joven médico que me escribió es, para mí, una persona muy joven y yo, para él, una persona vieja. Su escrito es muy crítico, lo cual agradezco, y es respetuoso, por eso le respondí de inmediato. Su redacción es magnífica y escribe sin falta alguna de ortografía, lo cual es muy raro en nuestros días.
         Inicia su escrito informándome que trabaja desde hace cuatro años en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) como especialista en medicina familiar, en una clínica de primer nivel, en el estado de Durango.  Leyó la quinta edición de mi libro: “CERO menos UNO. El caos de la consulta en el Seguro Social” y defiende con entusiasmo el Sistema Médico Familiar, “el cual ataca usted de manera inmisericorde”. También, me dice, lee mis blogs. En cuanto a éstos, se refiere únicamente a las cuatro partes en que dividí mi post: “La Burocracia Médica”.
         La correspondencia entre este joven médico y yo es asunto nuestro. Ambos esperamos mantener el contacto. La razón por la cual escribo este post surge de la duda que dejó en mí el párrafo con el que termina su escrito. Lo transcribo:
        
“Usted habla con mucha suficiencia de la medicina pública y de  la medicina institucional y parece que conociera todo, a fondo, acerca del tema que llama: “burocracia médica”. Ser médico y tener la edad que tiene no lo califica para dogmatizar al respecto. Las personas mayores tienen experiencia y pueden, o no, tener sabiduría, pero también pueden perpetuarse en ellas, e influir en sus opiniones,  las malas experiencias. Es posible, como decimos, que a usted le haya ido mal en la feria. Yo, con el debido respeto, lo descalifico”.
        
Mi respuesta al E-mail de este joven médico versó casi exclusivamente acerca del Sistema Médico Familiar, rector obstructivo y obsoleto, desde hace 65 años, de la consulta externa en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Sobre la descalificación con que termina su escrito no hice alusión alguna, pero me puso a pensar. En mí, gracias a él, surgió la pregunta obligada: “¿Estoy calificado para hablar con “suficiencia” (capacidad, conocimiento de causa) acerca de las medicinas institucional y pública? Pienso que sí, pero…tal vez no.
Los hechos son éstos:
        
Fui médico burócrata durante 38 años. Los primeros 15, de esos 38 años, trabajé simultáneamente (en diferentes turnos) tanto en la medicina Institucional (IMSS), como en la medicina pública (Hospitales de Urgencia del Departamento del Distrito Federal).
         En la medicina institucional (los primeros 15 años) fui, en este orden, médico familiar, director de una clínica de consulta externa y médico de urgencias. Durante los tres años que fui director de clínica, de una clínica ubicada en la zona poniente del valle de México, dirigí la actividad de 30 médicos familiares, de cuatro médicos de urgencias y de 6 especialistas. Lidié con sindicatos poderosos y beligerantes. Cito los sindicatos de Altos Hornos de México, Monsanto, Good Year Oxo, Guanos y Fertilizantes de México, Ford Motor Company y Bacardí, entre otros. También, por supuesto, con el Sindicato Nacional de Trabajadores del IMSS. Durante ese tiempo, cuando me desempeñaba en un puesto de confianza, dije a mi jefe, un defensor a ultranza del Sistema Médico Familiar, que yo consideraba dicho Sistema como un obstáculo irreversible para el buen funcionamiento de la atención primaria. Cuando se presentó la ocasión expuse al Director General del IMSS, ante mi jefe (que por cierto no me había autorizado para hacerlo) y ante 39 directores de clínicas y clínicas hospital, mis puntos de vista al respecto. Nunca critiqué el sistema en lo bajito. Lo hice públicamente. Cuando ya trabajaba como médico de urgencias, turno nocturno, en una clínica al sur de la Ciudad de México, salió a la luz la primera edición de CERO menos UNO y escribí un artículo sobre la burocracia imperante, que fue publicado en un diario de cobertura nacional.
         En la medicina pública (todos los 38 años), fui, primero, director durante un sexenio de uno de los cuatro hospitales de Urgencias de los Servicios Médicos del Departamento del Distrito Federal (Hospital de Urgencias Balbuena) y los otro 33 años me desempeñé como cirujano vascular del hospital de Urgencias Xoco. Dos años en el turno matutino y 31 años en el turno nocturno.
         Así las cosas, puedo decir que durante 38 años fui jefe y compañero de médicos, enfermeras, trabajadoras sociales, técnicos de laboratorio y gabinete, personal de intendencia, choferes de ambulancia, camilleros, secretarias y personal administrativo. Tuve el placer, y también el disgusto, de compartir arduas sesiones de trabajo con altos jefes y con mis pares. Durante 38 años luché contra Comités y Comisiones, normas inútiles, papeleo, memorándums, “logros” sindicales, carencia inaceptable de recursos, jefes ignorantes o apáticos, compañeros médicos indolentes, faltistas o simplemente inútiles. También, ¡que grato es saberlo y decirlo!, conocí y conviví con directivos capaces, con cirujanos notables, con intensivistas, anestesiólogos y diversos especialistas de primerísimo orden y con personal paramédico responsable y eficiente. Conozco a fondo la normatividad general que priva en las medicinas institucional y pública de mi país y me mantengo actualizado al respecto.
        
Treinta y ocho años se dicen fácil joven, inquieto y apreciado médico. Tú tienes 32 de edad y cuatro de servicios. Que empiece ahora tu cuenta: cinco, seis, siete…Cuando llegues a quince tal vez, si sigo por aquí, podamos volver a intercambiar opiniones. Cuando llegues a 38, contarás tus experiencias a alguno de tus nietos, pero de tales experiencias, yo ya no sabré nada, absolutamente nada. Lo que sí sé y siento, ahora y desde siempre, es que a mí me fue bien en la feria.

Dr. Ricardo Perera Merino

sábado, 10 de diciembre de 2011

LOS MÉDICOS ESPAÑOLES ESTÁN ENTRAMPADOS POR LA LEGALIZACIÓN DEL ABORTO


Diciembre 09, 2011

Leo de manera regular el blog medicosypacientes.com de la Organización Médica Colegial (OMC) española, compuesta por los 52 Colegios de médicos de España. Con fecha 07 de diciembre del año en curso fue publicado un artículo titulado:  “El TSJM (Tribunal Superior de Justicia de Madrid) deniega las medidas cautelares pedidas por el Colegio de Médicos de Toledo contra el Código Deontológico de la OMC. El mencionado Código recoge 66 artículos. Contra dos de estos artículos se pronunciaron los médicos de Toledo. He aquí los dos artículos:
55.1 El médico está al servicio de preservar la vida a él confiada, en cualquiera de sus estadios. El que una mujer decida interrumpir voluntariamente su embarazo no exime al médico del deber de informarle sobre las prestaciones sociales a las que tendría derecho, caso de proseguir el embarazo, y sobre los riesgos somáticos y psíquicos que razonablemente se puedan derivar de su decisión.
55.2 El médico, que legítimamente opte por la objeción de conciencia, a la que tiene derecho, no queda eximido de informar a la mujer sobre los derechos que el Estado le otorga en esta materia ni de resolver, por sí mismo o mediante la ayuda de otro médico, los problemas médicos que el aborto o sus consecuencias pudiesen plantear”.
Para resumir, lo que disponen los artículos mencionados es que el médico que se niega a practicar el aborto tiene la obligación de informar a la mujer que lo exige cuáles son las prestaciones sociales a que tiene derecho en caso de dar marcha atrás y proseguir con su embarazo y también informarle cuáles son los riesgos físicos y psíquicos que pueden seguirse de la práctica del aborto.
         Imagino, sin apartarme mucho de la realidad, el siguiente diálogo en un consultorio médico español:
        
Paciente (P) – Doctor, tengo ocho semanas de embarazo y vengo a que me practique un aborto.
            Médico (M) – Lo siento, señora, pero yo no practico abortos porque va contra mis principios.
            P – Por ley, tengo derecho a abortar, doctor.
            M - Por ley, tengo derecho a negarme a la interrupción de su embarazo, señora. Mi conciencia objeta.
            P – Envíeme entonces con un médico que no tenga objeciones de conciencia.
            M - No conozco médicos que interrumpan embarazos normales. Usted es la que debe buscarlo.
            P – Si usted no los conoce, yo menos.
           
(Aquí es cuando el médico debe cumplir con lo estipulado en los artículos 55.1 y 55.2. Como desconozco lo que establecen las disposiciones españolas, lo que dice a continuación mi médico imaginario a la mujer deseosa de abortar, es invento mío)
           
M – Permítame informarle lo siguiente, señora. Si usted decide seguir con su embarazo y tener a su bebé, el Estado la ayudará con 500 pesetas mensuales hasta que su hijo cumpla 18 años, le proporcionará leche, biberones y pañales durante dos años. No tendrá que trabajar durante los primeros seis meses que sigan al parto. Cuando se reintegre a su trabajo tendrá facilidades de turno y de horario y su bebé será cuidado en una guardería cercana a su domicilio. Excuso decirle que un pediatra calificado se hará cargo de todo lo que afecte la salud de su niño. Se le aplicarán todas las vacunas necesarias. Cuando el bebé enferme, Dios no lo quiera, usted será incapacitada para trabajar, con goce de sueldo, hasta que él se restablezca y sane.
            P – Todo lo que me está diciendo ya lo sé, doctor. ¿Intenta usted convencerme para no tener que practicarme un legrado?
            M - No intento convencerla de nada, señora. Le repito que es mi derecho negarme. Además, debo informarle que someterse a una interrupción de embarazo tiene riesgos. Todo procedimiento terapéutico puede seguirse de complicaciones graves o leves, y en este caso estamos hablando de un procedimiento terapéutico cruento, sangriento para que lo entienda mejor…
            P – (Interrumpiendo al médico) Sé lo que significa cruento, doctor, y lo acepto. Estoy decidida a correr el riesgo. Estoy bien informada de las posibles complicaciones. No piense que ignoro la posibilidad, entre otras, de que se me formen coágulos en las venas de las piernas. Eso que ustedes llaman trombosis venosa. Sé, incluso, que me pueden perforar el útero, desangrarme y morir.
            M – Pues adelante, señora. Ya le manifesté mi negativa y ya cumplí con informarle de las prestaciones a que tiene derecho, mismas que usted conoce mejor que yo y ya le informé de los riesgos, mismos que usted ha estudiado minuciosamente. Ahora, si me permite, debo continuar con mi trabajo. Afuera hay 25 pacientes esperando para pasar a consulta.
        
Entre las explicaciones del médico y las interrupciones y alegatos de la mujer embarazada que quiere abortar, transcurre fácilmente media hora. A esto hay que añadir que el médico debe consignar en el expediente de la mujer, de manera muy explícita para protegerse de posibles demandas, todo el diálogo anterior. Otra media hora. ¿Qué se pretende que hagan los médicos? Están perdiendo tiempo para atender enfermos y esto, atender enfermos de manera ágil, eficiente y respetuosa  es su única y principal función. La consulta imaginada por mí debió durar 30 segundos:
- Vengo a esto, doctor.
- Eso yo no lo practico.
Y con permiso.
Todas las mujeres de cualquier parte del mundo, e incluyo a las analfabetas, que tienen derecho a servicios de salud, conocen sus derechos de maternidad; y también todas saben que abortar es riesgoso. Los países que legalizan el aborto deben contar con listas de médicos que no tienen Objeción de Conciencia. Listas por estados, municipios y zonas. Esas listas deben ser de conocimiento público y también deben ser de conocimiento público, en dichos países, los derechos de maternidad y los riesgos que corre la mujer que decide abortar. El 95% de las mujeres embarazadas que quieren abortar, están embarazadas por un error que ellas cometieron. Ellas no pueden resolverlo y recurren al Estado. El Estado “resuelve” (?) la situación legalizando el aborto y le echa la papa caliente a los médicos. También es cierto, como es el caso de España, que da a los médicos la opción de proceder o no, pero los obliga a perder tiempo en funciones que no les corresponden.
         ¡Dejen trabajar a los médicos! La principal actividad de los médicos es asistencial. No les quiten el tiempo, que por cierto no les sobra, en funciones burocráticas que corresponden a dependencias de trabajo social.

Dr. Ricardo Perera Merino

P.S. El “post” a que hago referencia se puede leer en: