lunes, 16 de mayo de 2011

"La Voz de los Médicos"

Mayo 16, 2011.
Todos los días, en todos los rincones de la patria, la voz de médicos capaces y honestos se escucha en consultorios, salas de internamiento, aulas y quirófanos. Esa voz, la que pregunta ¿donde le duele?, es una voz segura, precisa y audaz. Esa voz ha determinado siempre, de manera responsable y sin dudas, iniciar o suspender tal o cual medicación; es la voz que ordena reposo o movimiento, la que analiza hallazgos y emite un diagnóstico, establece un pronóstico y sugiere un tratamiento. Esa misma voz anuncia una mejoría, el restablecimiento o la muerte.
     Ninguna voz que no sea de médicos debe entrometerse en acciones de asistencia, docencia o investigación médica. Sin embargo y desde siempre, muchas voces impostoras se han infiltrado en cuestiones ajenas a la medicina pero intimamente ligadas a ella. Esas voces impostoras han sentado sus reales para ordenar, dirigir y planificar la medicina institucional y la medicina pública. A este respecto, la voz de los médicos, nuestra voz, ha callado inexplicablemente. De tiempo en tiempo se escuchan voces médicas aisladas que disienten. Pocas voces que todas las voces dejan solas.
     ¿De quién son las voces impostoras y que es lo que ellas dicen?
     Son las voces de la burocracia médica y esto no excluye a médicos, a muchísimos médicos. Son las voces de individuos o grupos que se han entrometido en el ejercicio de la medicina para promoverse politicamente. Esas voces neófitas son las que deciden cuántas consultas en cuánto tiempo y a qué hora deben impartirse y en dónde y cómo y a quién y por quién. Ellas deciden las partidas presupuestales y su prioridad y cuántas plazas sí y cuántas plazas no y cuál será el salario y que los contratros de trabajo sean colectivos para que ganen lo mismo el bueno, el malo y el peor.
     La voz de los médicos ya no se escucha. Nos llaman "apóstoles" como para alentar nuestro silencio. La voz de los médicos se va extinguiendo. A nuestro derredor crece un costosísimo ejército de burócratas sindicalizados. Ellos son nuestros "socios" de contrato colectivo. Ellos y nosotros, los médicos, somos, colectivamente: "trabajadores de la salud".
     ¿Trabajador de la salud? - pregunto con voz fuerte. ¿De modo que ya no soy médico? Ahora soy trabajador de la salud como lo son las señoritas que suben y bajan elevadores en las oficinas de la Secretaria de Salud o del Instituto Mexicano del Seguro Social? Tú yo somo iguales, Nacho. Yo, atendiendo la consulta, operando a los enfermos y manejando la unidad de cuidados intensivos. Tú, sentado frente al reloj checador pendiente de que yo marque en una tarjeta mi entrada y mi salida.
     ¡Sí!, grita Nacho y lo apoyan los impostores y conceden los mudos y aplaude el mecánico de la caldera, preocupado por el abceso hepático amibiano del paciente internado en la cama 107.
     La voz del los médicos debe volver a escucharse. Hay que poner a los impostores de la medicina en su lugar. Debemos gritar que el término "trabajador de la salud" ni nos define, ni nos engloba, ni aparece en nuestros títulos. Exijamos que la voz de los abogados se escuche en los tribunales o en menesteres que le sean propios. Que la voz de los economistas busque sanear la economía. Que la voz de los médicos que buscan promoción política salga de las Instituciones de salud y de los centros de asistencia y se vaya de campaña. ¡Que se larguen todos! y nos dejen a nosotros, a los médicos, médicos, ejercer la medicina, organizar las acciones asistenciales, terminar con la ineptitud, el mal servicio y el ya inaceptable dispendio grosero de recursos.
     No dejemos solas a las voces que no han callado nunca. Gritemos, porque nuestro grito es honesto, y porque es sabio.
Ricardo Perera Merino.